Del 50 al 70 por ciento de los abortos espontáneos que tienen lugar durante el primer trimestre son el resultado de anomalías cromosómicas en el óvulo fecundado. La mayoría de las veces, esto significa que el óvulo o el esperma tienen un número equivocado de cromosomas, y como resultado, el óvulo fecundado no se puede desarrollar normalmente.
A veces un aborto es consecuencia de problemas que ocurren durante el delicado proceso del desarrollo temprano.
Esto incluye un óvulo que no se implanta adecuadamente en el útero o un embrión que tiene defectos estructurales que le impiden desarrollarse.
Cuando el óvulo fecundado presenta problemas cromosómicos, hay posibilidades de que se produzca un óvulo anembriónico o embarazo anembrionario. En este caso, el óvulo fecundado se implanta en el útero, y la placenta y el saco gestacional comienzan a formarse, pero el embrión interrumpe muy temprano su desarrollo o no se forma en absoluto. No obstante, una vez que el corazón del bebé comienza a latir —lo cual por lo general se puede apreciar mediante un ultrasonido alrededor de las 6 semanas de embarazo—, y no presentas síntomas como sangrado o cólicos similares a los dolores de la menstruación, las probabilidades de que tengas un aborto espontáneo bajan significativamente y continúan disminuyendo con cada semana que transcurre.